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Advertencia de contenido: Accidente.
¿Dónde las puse?
Las estaba usando cuando de pronto me distrajo Pablo, tocando la puerta para ver si Adelina estaba en casa. Adelina siempre está en casa, Pablo, si puedes llevarla a que le de un poco de aire te lo agredecería inmensamente.
Pero puse las tijeras en la mesa, atravesé el comedor y abrí la puerta. Pablo entró, subió las escaleras y lo escuché hablando animadamente con Ade. Sabía que bajarían pronto, así que esperé junto a la puerta. Los dos muchachos bajaron las escaleras, Ade me dio un abrazo y salieron a dar una vuelta, me dijeron.
Tras cerrar la puerta me di la vuelta y las tijeras ya no estaban. Aturdido me di la vuelta, me agaché, chequé la silla y el resto de la mesa, me asomé para ver si se habían caído al suelo. Nada. Al levantarme la mesa detuvo mi cabeza con un golpe seco que me mareó y me hizo querer vomitar, y caí nalgas primero al suelo.
Respiré hondo y pasé varios minutos sentado con los ojos cerrados, mentando madres y esperando a que el dolor se fuera. No se fue, y tenía que acabar este asunto.
Mareado, me levanté lentamente. Nop. No puedo, me dije, y me senté en la silla con el mundo girando a mi alrededor, incluso con los ojos cerrados. En la mesa los restos del papel que estaba recortando se burlaban de mí, pero tendrían que esperar a ser cercenados.
De repente sentí el vómito subir por mi garganta y abalanzarse fuera de mi boca; por suerte evité que cayera en la mesa, y restos del desayuno a medio digerir permearon el suelo. ¿Dónde está el trapeador?
Me levanté para buscar el mechudo y me resbalé con mi propio vómito, cayendo de bruces una vez más. El golpe contra el suelo agitó mi ya madreado cerebro tanto que mi visión se apagó un par de segundos, y lo siguiente que vi fue la cara preocupada de Adelina mirándome.
“Está despierto, ¿ya llamaste a la ambulancia?” creo que dijo con una urgencia que me rompió el corazón. En el fondo escuché a Pablo frenético diciendo que ya estaban en camino, y a lo lejos escuché la sirenas. Intenté levantarme y decirles que estaba bien, que sólo me golpeé la cabeza, y un punzante dolor me recorrió la pierna.
De alguna forma moví la mano y sentí algo saliendo de mi pierna, cubierto de un líquido tibio.
Las malditas tijeras. ¿Cómo acabaron en mi pierna? ¿Cómo acabé yo aquí?
“Hay mucha sangre, parece que se perforó una arteria” gritó una voz y sentí cómo me levantaban y me ponían en una camilla. El dolor se iba, y ellos decían “¡Se nos va, se nos va!”, y to les quería decir “Sí pero eso es bueno eso es.
Bue.
no. no?”
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